lunes, 22 de septiembre de 2014

ABRAZA EL MISTERIO Y SIGUE CAMINANDO

Ayer comentaba con un amigo algunos pensamientos que me surgían a raíz de algo que me planteó; algo que no conseguía entender... Se podría titular ABRAZA EL MISTERIO Y SIGUE CAMINANDO. Lo comparto contigo 
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No sé, quizás te sirvan o quizás no, pero debes saber que cuentas conmigo para cualquier cosa. Cualquier duda. Cualquier momento. Bueno o malo.
Tengo la sensación de que a veces predicamos un cristianismo o un Jesús o un Dios que viene a ser como un producto más en el mercado de la felicidad. ¡¡Chan chan chan… con Jesús todo irá bien. Con Dios en tu vida no habrá incertidumbres, ni vacilaciones, ni titubeos!! Hemos convertido a Dios en otra pasta de dientes que te dará una sonrisa perfecta o en una cápsula anti-estrés que consultar con el farmacéutico. ¡¡El mercado ha conquistado lo que era divino…!! Hemos pasado de vivir el Evangelio a consumirlo. De buscarlo (a pesar de que a veces eso implique problemas) a comprarlo (que es más fácil y seguro).
Creo que la realidad debe ser otra… Por mi experiencia (y por lo que puedo leer a lo largo de toda la Biblia) en muchas ocasiones me acerco a Dios y no obtengo respuestas. Me aproximo todo lo que puedo al relato de la vida de Jesús y me faltan soluciones (y si las tengo en la teoría, no consigo aplicarlas en la práctica). Probablemente salvarte sea fácil, pero seguir a Jesús no lo es.
La Biblia es la Palabra de Dios en palabras de la gente. Son sus experiencias y cómo se han relacionado con Él. Veo a Job, o a Moisés en muchos momentos, o a Salomón especialmente en Eclesiastés, o a los profetas mayores y menores constantemente sacudidos por su realidad y sin tener claro hacia dónde ir o qué respuestas encontrar. Veo a los discípulos, a Pablo (¿dónde pensaría que estaba Dios cuando le pasó todo esto -2Corintios 11:16-28-?) y a todos los nuevos conversos en situaciones que ni de lejos son de anuncio televisivo… El propio Jesús advierte a sus discípulos y los bendice “cuando por mi causa la gente os insulte, os persiga y levante contra vosotros falso testimonio” (Mateo 5:11). En cada carta del Nuevo Testamento hay al menos un par de versículos que se refieren a las dificultades que el creyente se va a encontrar por, justamente, ser creyente. La persona que decide seguir a Jesús y abraza el Evangelio hasta sus últimas consecuencias no es una persona normal (¡pero para qué leñes vamos a querer ser normales!)… ¡Está como una cabra (o mejor como una oveja)!, porque se ha metido en una lucha que no es sólo “contra seres humanos, sino contra poderes, autoridades, potestades y fuerzas espirituales que dominan este mundo de tinieblas” (Efesios 6:12). Me gusta esa expresión que usa Pablo en la Carta a Filemón, cuando llama a un amigo “compañero de lucha”… ¿Lucha de qué? De a veces no saber. De en ocasiones no querer. De en momentos sentirte sin fe. Atribulado. Perplejo. Perseguido. Derribado.
Por eso creo que deberíamos abrazar el misterio y el “no lo sé”, aprender a convivir con la duda (pero con la duda que no se cansa de buscar respuestas, no con la duda que sólo duda), aceptar las dificultades de la vida, reconocer que aquí y ahora mi existencia no llegará a estar completamente llena de respuestas ni certezas. Por eso te propongo que le demos la vuelta al planteamiento tradicional (y de paso le demos una patada a cualquier propuesta de dios-producto o jesusito-muñecofeliz)… que cuando nos despertemos cada día lo vivamos aceptando que Dios no es una máquina tragaperras, ni el genio de la lámpara que viene a salvarnos el día; que admitamos que la vida es dura, a veces (muchas) hasta desgarradora y cortante; pero, al mismo tiempo, a pesar de la oscuridad que podamos vivir, no nos soltemos de la fe, ni de la esperanza, ni del amor de Aquel que nos ha prometido que pase lo que pase, lo entendamos o no, está con nosotros. Decía Martin Luther King que sólo en la oscuridad es posible ver las estrellas. Fe es dar el primer paso, aún cuando no ves el lugar donde pisar, porque “nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. (…) Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más. (…) Vivimos por fe, no por vista” (2Corintios 4 y 5. Léelos enteros, son espectaculares).
Este lío de vida no es fácil, pero por encima de las dificultades y sin saber muy bien qué, cómo, cuándo o dónde, merece la pena seguir, buscar, pelear, respirar, confiar, abrazar, sentir, compartir y no dejar de experimentar (aunque a veces no sea como uno espera) la locura del evangelio.
¡¿Quién dijo que el viaje no iba a ser movido?!