martes, 1 de enero de 2013

Abrir la boca vs. Abrir el corazón



Ora siempre. De ser necesario, usa palabras. 
Porque en la mayoría de las ocasiones una lágrima le dice a tu Papá más que mil de tus palabras; una sonrisa sincera más que cien páginas escritas; y una mirada humilde, incluso con los ojos cerrados y apretados, más que un libro entero. No pocas veces confundimos abrir nuestro corazón con abrir nuestra boca. ¡Y cuánto más nos valdría cerrarla y regalarle un espacio al noble silencio! Orar no es hablar con la boca, es hacerlo con toda tu mente y todo tu corazón. Es resquebrajar el yo y entregar tu interior, con sus heridas e impurezas, a Aquel capaz de sanarlo y transformarlo. Es alabar. Agradecer. Abrazar la voz de Dios. “Escuchadme y viviréis”, dice Él. Es abandonar el cautiverio al que te somete tu propia maldad. Es gritar en silencio, reconociendo con tu sola respiración, que quieres y necesitas vivir dependiendo de la Fuente de toda vida verdadera. En perdón. En esperanza. En amor. 
Sólo así puedes ser y sentirte rescatado. Reencontrado. Revivido. 

“Llamarás, y el Señor responderá; pedirás ayuda, y él dirá: ¡Aquí estoy!” - Isaías 58:9

Feliz 2013 amig@.

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