
Hace poco leía un artículo sobre la publicidad móvil, no la que se mueve, sino la que te llega a tu móvil. Las empresas, operadores y anunciantes comienzan a darse cuenta de las posibilidades que esto puede ofrecer: un mensaje personalizado directamente al bolsillo de la persona. Esto es, atacar al posible comprador de forma individualizada, lo que debería aumentar la respuesta del usuario a los disparos publicitarios. No sé si será una buena opción o resultará ser una intromisión cansina de la implacable publicidad. Las empresas y anunciantes también conocen esta opinión del público, pero dicen las encuestas que un 56% aceptaría publicidad a cambio de recibir algún tipo de premio. También el papa y los partidos políticos han usado este medio “pásalo” para movilizar a sus fieles.
El caso es que la noticia me da pie para hablar de mi experiencia personal y de la sencilla fuerza de un SMS. Hemos de saber que los jóvenes somos muy receptivos a este tipo de tecnologías (no hace falta ser doctor para saber esto); entonces… ¿por qué no utilizarlo para acercar a nuestros jóvenes a Dios?.
No he medido los resultados ni he realizado estudios para saber la efectividad, pero de vez en cuando, algún viernes cuando el sábado ya está llegando, he mandado un mensajito a “mis chavales” (así es como llamo a un grupillo de jóvenes que les tengo un especial cariño con los que compartí tremendas experiencias en mi paso por la capital maña). Algo sencillo, un texto bíblico, un mensaje de ánimo, de cariño, de recordarles que tienen a Dios y te tienen a ti para lo que quieran. Lo reciben, lo leen y por lo menos en ese momento se acuerdan Del que está siempre a su lado para ayudarles. Quizás no sea tanto el mensaje en sí como el efecto que produce. Se dan cuenta que hay alguien que se preocupa y se acuerda de ellos, que tiene una fe en Jesús y que confía en verle contento y feliz. Todas las veces que he hecho esto me han contestado, me han agradecido y he podido sentir también su cariño. Es simple, ayuda, no es muy caro y siempre nos encanta recibir un sms de alguien con buenas noticias (o buenas nuevas).
Seguro que si Jesús tuviese un móvil, cada viernes al atardecer nos mandaría un mensajito: “Hermno, ns vemos n 1 rato. Sabs q t quiero muxo y tngo ganas d dart 1 abrazo.No t olvids, pronto voy a buskrte”.
Espero que sirva para reflexionar y que pastores, directores de jóvenes, jóvenes, quien sea; pueda aplicar la oportunidad que tenemos en la fuerza de un sms.