¿Cucarachita tú, cucarachita yo?
“Dime que marca llevas y te diré quien eres”. Podría ser la versión actual del refrán original. Somos una mezcla de genes y ambiente, es decir, de lo que papá y mamá ponen en ti, y de la influencia de la sociedad, moldeando así tu propia persona. En consecuencia, nuestro entorno ejerce un peso tan importante que merece ser analizado. Ideologías, tendencias, moda, vocabularios, música, alimentación, deportes, formas de actuar, de pensar, e incluso las mismas religiones están influidas por un elemento que las impregna en mayor o menor medida, la publicidad. Por tanto, podríamos afirmar que vivimos en un entorno publicitario, y que este, como ya hemos dicho, tiene unas consecuencias que se reflejan en las personas, aquellos que formamos la sociedad.
Para, siéntate y piensa un segundo, ¿concibes un mundo sin publicidad?, ¿imaginas un paisaje sin enfermar por esta pandemia publicitaria? Es difícil escapar de un entorno cada vez más y más consumidor. Como acertadamente dice David Ogilvy, fundador de una de las agencias publicitarias más importantes, “… Cuando todo alrededor es bello, el hombre muestra su rostro más vil al colocar una valla publicitaria…”
David Lubars, un alto ejecutivo publicitario, dijo sin pudor alguno en una entrevista: “Los consumidores, son como las cucarachas: los rocías una y otra vez hasta que con el tiempo se vuelven inmunes”. Cualquiera que lea estas palabras no puede tomar una postura indiferente, y me surgen algunas cuestiones a plantear. Ante tal afirmación, como personas que somos y como consumidores, nos hacemos esta pregunta, ¿de verdad nos hemos convertido en eso?, ¿es una descomunal barbaridad llamar al consumidor cucaracha inmune o es una verdad como un templo?
La tormenta comercial que cae sobre nosotros tiene un origen, la marca, y un objetivo, preparar un envoltorio perfecto para persuadir al consumidor. O como quizás diría David Lubars, crear una ideal pócima para nosotros, las cucarachas, que sea capaz de estimularlos.
Los consumidores cada vez somos más duros, es más difícil que nos paremos ante un anuncio, por eso que las empresas cada vez invierten más y más dinero en publicidad. Algo que causó gran sorpresa es la idea de Pepsi de proyectar su logo sobre la Luna, o lo que ya hizo la empresa Mattel (la de Barbie) al pintar toda una calle en Inglaterra de rosa, desde el perro, hasta la chimenea. Y es que como dice Naomi Klein, ferviente periodista contra la globalización, “seguiremos siendo rociados de este tipo de ingeniosos artefactos”. Volviendo al rompimiento de la publicidad con todo tipo de límites, esto provoca en el consumidor una expectativa, es algo así como… “a ver con qué nos sorprenden ahora, pero quiero que sea más grande que lo anterior…”.
Ahora bien:
¿Nos gusta que nos rocíen? ¿Estamos condenados a ser cucarachas, o hay vía de escape? Como cristiano o simple ser humano, ¿cómo recibes esto?
(reflexión sobre "No logo: el poder de las marcas")
1 comentario:
Examinadlo todo y retened lo bueno. Recordar q vivimos en el mundo pero no somos del mundo.
Las avenidas del alma, en las q entra la publicidad deben compensarse con otras miras para otras avenidas, soloasi esstamos protegidos. Piensalo hermanito
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